
"Tener corazón es una experiencia desgarradora."
En el rarito planteamiento del film se pueden encontrar similitudes con historias como las de Pinocho o Frankenstein y en el terreno cinematográfico es obligado referirse a Lars y una chica de verdad. Sin embargo, Air Doll dista mucho del aire de comedia independiente de ese film norteamericano, pues aquí todo está imbuido de la parsimonia dramática típica del cine oriental (gran trabajo en este aspecto de la actriz coreana Doona Bae), unida a una ficción muy fantasiosa con un acendrado componente sexual. Koreeda escribe el guión inspirándose al parecer en un manga que ha tenido cierto éxito en Japón, el cual le sirve para referirse sobre todo a la insatisfacción emocional que supone para la mujer ser un mero objeto de placer, sustitutivo del amor. El modo explícito en que Koreeda muestra repetidamente esta cuestión es más discutible, sobre todo en esa larga escena erótica de hinchar y deshinchar la "muñeca", que por momentos puede rayar en el ridículo.


De cualquier forma, en el fondo, todo el film se lee como una gran metáfora de la vida del ser humano, de su inscansable lucha por huir de la soledad (ese vacío que llena a la protagonista). Con imágenes bellas, delicados movimientos de cámara, palabras líricas -como el bello poema "La vida es" , de Yoshino Hiroshi- o con personajes secundarios tan entrañables como el anciano profesor o el fabricante de muñecas, Koreeda muestra su tremendo talento creativo y se perfila como uno de los grandes del cine actual japonés.
Y, por eso, aunque se trate de una película claramente minoritaria, plagada de momentos de contemplación, ciertamente un poco marciana y probablemente de una duración excesiva, es interesante porque plantea cuestiones antropológicas de envergadura, que hacen referencia al sentido de la vida y a la soledad que invade a menudo el corazón del hombre, incapaz de vivir sin la compañía de los demás.

Doona Bae realmente parece una muñeca. Su particular físico, su constitución menuda, e incluso su condición no-japonesa ayudan a crear ese extrañamiento, una suerte de retrato armónico y bello pero que deja con la sensación de que hay algo que no encaja del todo. Quizá su ropa que se constituye en gran medida de trajes de cosplay, su pronunciación lenta e irregular del idioma, sus ojos que van desde la fascinación más inocente hasta la ausencia más profunda. Nozomi es una muñeca, un objeto tratando de definirse por encima de los otros objetos pero sin poder apartarse de su condición original.

Más que una historia clara hay una serie de episodios en este camino de
auto-descubrimiento que se definen siempre a partir de otro personaje.
La propia filosofía de Nozomi lo establece así, cuando dice que la vida
está construida de tal manera que no puede realizarse por el propio
individuo. Esto de algún modo afirma su condición de objeto y nos lleva a
reflexionar sobre la intención que da origen a esta historia, tan
atípica en el universo que Koreeda había construido hasta el momento:
¿Es un intento de adentrarse en la vida (concretamente en las vidas de
individuos japoneses disfuncionales) desde una perspectiva por completo
pura, nueva? ¿Es una crítica sutil a la condición de las mujeres como
objetos (objetos sexuales en muchos casos)? ¿Es una búsqueda de sentido
en lo que podría parecer un sinsentido (disfrazada de una 'sociedad
convencional', lo que para Nozomi, como muñeca, no tiene nada de
convencional)? ¿Una exploración del vacío sobre el que se construyen las
relaciones humanas, sobre todo las amorosas?
"Air doll" permite esas lecturas, acepta esas preguntas y todas sus
posibles respuestas. En este silencioso seguimiento de la vida de una
muñeca no hay juicios contundentes que intenten decirnos qué debemos
mirar, qué debemos creer, cuál es el problema principal o el resultado
claro al que se dirige. Es una suerte de vida fugaz, recién descubierta,
que está a su vez descubriendo las vidas a su alrededor, mirándolas por
primera vez.

Hirokazu Koreeda ha convertido gran parte de su filmografía en una poética de lo perdido, retratado a través de imágenes familiares y mucha luz. Acercándose al drama como una parte fundamental de la vida, pero que no le resta ni su belleza ni su inmutable capacidad de seguir transcurriendo.
Cada una de las películas de Koreeda son una demostración de su enorme capacidad para retratar la complejidad humana. Sus recovecos, sus relaciones. Lo bello y lo triste.

NOTA DEL DIRECTOR
El cómic “La figura neumática de una chica”, de Yoshiie Gouda, salió a la venta en febrero de 2000, publicado por Shogakukan. Recuerdo lo mucho que me perturbó ese manga. La muñeca, a la que el ser amado insufla vida, pasea por la ciudad de noche mientras se dice a sí misma: “Su aliento llena mi cuerpo vacío. Posiblemente nunca pueda hincharme a mí misma. Pero aunque signifique el fin de mi vida, no me importa”. La muñeca está decidida a disfrutar de la vida aunque eso signifique morir. “Me siento triste y feliz a la vez”, dice. Creo que esta frase es inherente a nuestras vidas, describe perfectamente nuestras “tristes y alegres vidas”.
Había decidido que solo dirigiría películas a partir de ideas originales mías, pero con esta historia sentí que debía hacer una excepción y empecé a desarrollarla inmediatamente. Acabé el tratamiento y un resumen de la trama en el invierno de 2001. Ocho años después, la largamente esperada película ha cobrado vida.
El cliente se desnuda, se cubre con las sabanas en gesto inerte, después se acuesta sobre una cama y con un movimiento temeroso y vigilante va deslizando sus manos sobre el látex mal cosido de su compañera. Se llama Nozomi y no puede morir. El cliente, que sabe que su deseo yace roto en silencio, también sabe que la muñeca bien lubricada que ahora tiene debajo ha sido pensada para reproducir un instante simulado de vida. Nozomi es un ángel glorioso, el avatar más sofisticado del cuerpo incorrupto del resucitado.
Mientras reflexiona, el cliente se da cuenta de que el encuentro con Nozomi es un encuentro fracasado. Justamente por la presencia de este elemento divino, la copula del cliente con Nozomi es una copula imposible y por lo tanto de índole moral: no sólo ofrece al mundo una vida secreta y vacía, dominada por un orden monótono y funcionarial -la del cliente-, sino que expone su verdad más íntima -la imposibilidad de la copula- como un gesto creador. Precisamente porque es un acto frustrado, la copula imposible es el punto donde se pone de manifiesto la escisión que cruza todo lo visible y que marca lo que podemos ver o que lo que debe quedar invisible: por un lado, Nozomi es un volumen insustancial, hecho de materia inerte -mero látex industrial-, pero por otro su presencia da testimonio de la angustia de quedar expuestos ante una imagen imposible.

De este modo, dentro de la desolación interior, el cliente se da cuenta que la copula imposible con una muñeca hinchable puede ser también un práctica no exenta de peligros. Si bien en ella los hombres proyectan sus afectos sobre las imágenes como nuestras pasiones se extienden en el celuloide, también en ella se asume un riesgo quizá demasiado alto: quedar preso de una imagen fija que, convertida en espectro, vampirice nuestro cuerpo. En esa operación es clave sopesar la relación que nuestro cliente mantiene con el pasado. Esa imagen espectral nace de no aceptar su condición presente y de removerla hasta simular una posibilidad de futuro que de sentido a su pasado.
Como el mismo cliente reconoce, Nozomi aparece en su vida como un sucedáneo de una figura real del pasado. Es un dispositivo que, como tal, posee una estructura compensatoria que, además de inmunizar al cliente del dolor que moviliza un recuerdo del pasado, lo libera de las implicaciones afectivas que todo proceso de reconocimiento real trae consigo. Entendida así, la relación con Nozomi asegura un valor de la vida que sin embargo es siempre provisional y por ello dependiente de una concreción futura que, pese a los esfuerzos de la imaginación, siempre estar por llegar. Nozomi encarna la utopía del cuerpo total, a cuyos pies fenece toda posibilidad de acto responsable.
Pero en la medida que la imagen plastificada e irreal de Nozomi es también la cifra de la inadecuación entre imaginación e idea, su experiencia resulta análoga a la experiencia amorosa. Cuando amamos, lo hacemos mediante imágenes, muñecas que al hincharse creen ofrecer la vía única hacia la salvación, pero que cuando desfallecen y se deshinchan ponen de relieve la ausencia a la que irremediablemente están consignadas. Si somos humanos y podemos amar es porque nuestra relación con las imágenes lejos de ser neutra e unívoca es problemática y conflictiva.
En este punto, el chico que trabaja en el video club ofrece un ejemplo inmejorable. Su relación con Nozomi pone de manifiesto que no sólo estamos determinados por las imágenes y nos dicen aquello que somos y de qué modo nos inscribimos en el mundo, sino que la pretensión de unión (copulantor) con ellas puede costar un precio demasiado alto: la muerte. El mundo es para él una copia de las imágenes cinematográficas que consume compulsivamente y a las que entrega su vida, su tiempo y su trabajo, una maraña de referencias cinéfilas que aún le interpelan porque comparten su mismo grado de disipación. Mientras se relaciona con imágenes nada le queda del universo viviente, de ahí que cuando cree entrar en contacto con la vida con lo que se encuentra es con un conglomerado de referencias de lo que ha visto ya.

Tras estas dos experiencias, tras el cliente y el chico del video-club, tras Narciso, que subsume su amor del pasado por una imagen, y Pigmalion, que muere amando una imagen sin vida, el espectador ya está preparado para ser poeta. Su tarea será mostrar que, en el carácter ambivalente de la imagen -tanto su relación inmediata con la vida como su carácter inanimado, literalmente sin alma-, en la violencia arrebatadora de la muñeca puta, no sólo hay alienación e ingenuidad, sino una posibilidad de vida que invierte la miseria ética de la que las imágenes son portadoras. La muñeca puta es tanto la propia imagen como su despedida, tanto aquello que esclaviza como aquello que puede redimirnos, el signo que hace ver la imaginación como un lugar vacío y en el que cristaliza la verdadera soledad que atraviesa los trabajos de Koreeda.
UNA ENTREVISTA CON HIROKAZU KORE-EDA
- Excepto Maboroshi no hikari, todas sus películas se basan en historias reales. AIR DOLL es la segunda que parte de una historia de ficción; esta vez, de un cómic de 20 páginas. ¿Qué le ha empujado a llevarlo a la gran pantalla?
- Cuando leí la escena en que la muñeca hinchable derrama una lágrima, pierde el aire que lleva dentro y se llena con la respiración del hombre al que ama, me pareció muy erótica. También me pareció una escena muy cinematográfica. No había rodado nada igual antes, y me apetecía intentarlo. Era hacer el amor a través de la respiración, y estaba convencido de que podía expresarlo tanto cinematográfica como metafóricamente.
Había otra cosa que siempre me había apetecido hacer desde mis tiempos de documentalista para televisión: explorar la forma en que la gente interactúa a un nivel emocional profundo. Creo que la idea de que la respiración de alguien insufle vida es una forma muy íntima de interacción y satisfacción. Me intrigaba el contraste entre el ser humano que intenta realizarse por sí solo y la muñeca a la que realiza otro. Maboroshi no hikari fue un proyecto que me mandó mi productor; ahora, por primera vez, quería hacer una película basada en algo diferente. Significaba mucho para mí poder desarrollar el tema recurrente en mi obra a través del personaje de una muñeca hinchable.

- Ha desarrollado personajes secundarios muy interesantes, ¿cómo lo ha conseguido?
- Se me ocurrió usar personajes femeninos de edades diferentes para que contrastasen con el proceso de envejecimiento de la muñeca, y así retratar el vacío de estos personajes. Por ejemplo, una chica intenta luchar contra el vacío comiendo, pero la muñeca no puede comer. Otra mujer tiene miedo de envejecer, pero la muñeca decide disfrutar de la vida y deja atrás la bomba que la hincha; no le importa envejecer.
Todos los personajes, sean del sexo que sean, están solos. Para los personajes femeninos, las palabras clave son “vacío” y “ausencia”. Para los masculinos, son “sustitución” y “perversión”. Los hombres de la película no van directamente al objeto de su deseo, escogen soluciones alternativas. Son hombres perversos que desean la muerte, no la vida. Estas son las personas que he intentado retratar. Es una película acerca de la soledad de la vida urbana.

- AIR DOLL transcurre en Tokio, pero no en la ciudad moderna que solemos ver. ¿Por qué decidió rodar en los barrios más antiguos?
- Quise rodar en una zona que pronto desaparecerá para siempre. Desde el principio pensé en un edificio destartalado con muy pocos vecinos y unas torres de pisos detrás. Rodamos cerca del hospital Saint Luke, un área que fue bombardeada durante la guerra y se quedó tal cual mientras que todo a su alrededor son edificios modernos. Sigue habiendo muchas imprentas en la zona; basta con pasear por las calles para oír el ruido de las rotativas. Curiosamente, es un lugar donde no han metido mano los codiciosos agentes inmobiliarios. Se parecía mucho a lo que había imaginado para la película. Escogí una casa y la usamos de decorado.

- Es la primera vez que trabaja con un equipo artístico y técnico tan panasiático. ¿Por qué escogió a la actriz coreana Du-na Bae para el papel principal?
- La primera vez que la vi fue en la película Goyangileul butaghae (Cuida del gato). Me quedé impresionado y me pareció fantástica en otras películas, como Flandersui gae (Perro ladrador poco mordedor) y Linda Linda Linda. Soy un fan suyo. Pero a pesar de eso, es difícil rodar una película en Tokio con material adecuado para una actriz extranjera. En este caso pensé que era posible porque podía empezar hablando solo unas pocas palabras.
Tiene muy buen oído y su pronunciación es impecable. Las sesiones de maquillaje diarias eran muy largas y aprovechaba para estudiar el guión. Recuerdo que un día, leyéndolo, se puso a llorar. No rodamos cronológicamente, pero se metió en el personaje y encontró las emociones correctas para cada momento. Supo crear un viaje emocional fluido en el contexto de la narración. Es muy sensible, pero también es una profesional de pies a cabeza. Me quito el sombrero.





Queda pues patente la riqueza argumental de “Air Doll”,
algo inherente a toda la filmografía del más sensible y filosófico de
los directores japoneses contemporáneos. Sin embargo la mayor fuente de
encantamiento de su última película empieza y termina en la persona de Doona Bae,
una superdotada a la hora de “transmitir”. Bae se arroga la difícil
tarea de, aun comportándose –moviéndose, mirando- con la parsimonia de
un androide, resultar el ser más cercano de todo su entorno y, por
supuesto, el más frágil. Su conmovedora composición y la riqueza
creativa de Koreeda obran el milagro: a pesar de la
naturaleza de látex de la protagonista, es más humana que los humanos.
Tal vez porque ella conserva lo que los demás parecen haber perdido del
todo: la capacidad infinita de asombro ante lo que la rodea, sea grande o
pequeño, barato o valioso.
Koreeda demuestra una vez más que no
importa si retrata a niños abandonados, samuráis cobardes, empleados de
funeraria o masturbadores a tamaño real que respiran y sufren. Él
sabría encontrar lirismo y hermosas reflexiones incluso debajo de la más
vulgar de las piedras.






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Con su Nozomi (Doona Bae), su muñeca, despertando al mundo, Koreeda empieza por mostrar una criatura virgen en todos los sentidos, emocional, sentimental e intelectualmente tratando de comprender la sociedad moderna. Nozomi descubre lo bello que hay dentro y fuera de sí misma, pero igualmente se enfrenta a una época en que las gentes no se miran a los ojos –no hablemos ya de tocarse-. Su primera lección mundana: la soledad. Soledad que a través del personaje del ‘dueño’ de Nozomi, también se nos transmite, aunque desde un punto de vista patético y nada romántico. Ese camarero que disfruta cada noche conversando y yaciendo con su partenaire sordomuda e inerte ha recorrido, en cierto modo, el camino que Nozomi aún tiene por delante y, visto lo visto, ha escogido la senda de la misantropía.
No quiere contacto con otras personas y, desde luego, no se tomará nada bien que su amante de goma adquiera conciencia y alma. Y es ese deseo de despersonalización del objeto de placer lo que conduce a otra de las metáforas que pueden caber en “Air Doll”: los clientes de las prostitutas no quieren saber que se acuestan con alguien que siente y padece, sólo necesitan a alguien, como Nozomi, sumisa, complaciente, cuya única razón de existir es procurar goce sexual y algo de compañía.






Una banda sonora omnipresente y de subrayado emocional (rasgo común en las películas de Koreeda) que tiene en los sonidos (el chirrío del latex, por ejemplo) un carácter poético enorme para formar parte del territorio de la sensibilidad a flor de piel, se tornan protagonistas de tales resoluciones.
Estamos ante una película que luce sus imperfecciones y las sabe vincular con los aciertos. Sin ese riesgo no hablaríamos de ciertas bondades. Entre las cuales se encuentra aquella visión de la melancolía que escritores como Haruki Murakami han sabido reflejar de manera tan sistemática y que Koreeda ha sabido imprimir, a lo largo de diferentes películas, a personajes de diversa índole, sexo y edad. La búsqueda de una rutina sencilla para sentirse vivo dentro de esta sociedad globalizada, que con las necesidades artificiales que crea no tiende a sustituir la falta de humanidad.

World's End Girlfriend (ワールズ・エンド・ガールフレンド) es un proyecto musical de Katsuhiko Maeda, quien mezcla elementos de la música electrónica, música clásica, y post-rock para crear un estilo único.



World's End Girlfriend - Air Doll (2009) [OST]
Mirror: http://www.mediafire.com/download/hmzzk2in4nz/%E7%A9%BA%E6%B0%97%E4%BA%BA%E5%BD%A2+O.S.T.zip

Un cuarentón, después de su jornada laboral, mantiene largos monólogos (y lo que no lo son) con su muñeca hinchable. Un día ésta cobra vida y se convierte en Nozomi, nuestra protagonista.
Sale a la calle y descubre el mundo poco a poco: Las palabras, el tacto del agua, la suave brisa... Incluso entra a trabajar en un videoclub y descubre mucho sobre cine. Aunque no sea en la gran pantalla precisamente donde haga sus mayores revelaciones.
Cada noche, claro está, regresa su casa y vuelve a ser una impasible muñeca hinchable. Acepta la situación con resignación, pues, al fin y al cabo, ha sido fabricada para sustituir.
Como cabía de esperar, se enamora del chico guapo del videoclub y deja a su dueño, que tras descubrir su secreto le confiesa que le gustaba más antes (cuando era una simple muñeca) porque ahora es muy "humana" y a él no le gusta la gente.
La historia en sí no es nada del otro mundo (una especie de "Toy Story" para adultos).

Lo que de verdad llama la atención es la cantidad de detalles del film:
-Nozomi juega con la tierra, toca el agua de lluvia y colecciona pequeños objetos como si fuera una niña pequeña (Es lógico, acaba de descubrir el mundo).
-Ella se siente mal por estar "vacía" por dentro y tener un corazón que no le corresponde.
-Un día, después de pincharse en un brazo y de que su amado descubriese su misterio, se topa con las palabras "nacer" y "morir". Pregunta si el diente de león
que ve va a nacer pronto, y el muchacho le responde que ya ha muerto.
Al final de la película esa planta desempeña un rol de conexión
importantísimo.
-En mitad del argumento Nozomi
decide saber de dónde viene y visita a su fabricante. Cuando llega a su
"hogar", el paisaje es desolador. Sus parientas se encuentran desnudas,
decapitadas y a medio hacer. Pronto llega su "padre" que la reconoce.
Ella le pregunta qué pasa con las muñecas que vuelven. Él afirma que una
vez al año se deshace de ellas porque se convierten en basura no incinerable (a
lo largo de toda la película nos encontraremos con mucha basura
incinerable y a esas alturas de la trama ya nos habremos familiarizado
con el término).
Esa palabra retumba en la mente de Nozomi como si de un gong se tratase.
-En otra escena, la prota y su
querido se encuentran en la playa. Él le comenta que la brisa le
recuerda a su infancia y resulta ser algo que tienen en común, pero no
como Nozomi cree.
-Lo que más me hizo gracia fue cuando descubrió el maquillaje y lo utilizó para taparse las costuras.




- ¿Y Joe Odagiri? Su personaje, el fabricante de muñecas, ¿es una metáfora de Dios?
- Más que Dios, diría que su personaje es un creador, un padre. Es un poco como el Dr. Frankenstein. Hablé con una persona que hace muñecas en Orient Industry, el primer fabricante de muñecas tamaño natural de Japón. Es un hombre sumamente interesante. Se esfuerza en que no se vean las costuras en los cuerpos de las muñecas, que mantengan una temperatura corporal y que sus labios tengan la misma textura que los labios humanos. Es un auténtico profesional al que no se le escapa ni un detalle. Cuando la conversación giró hacia temas más filosóficos y hablamos de cosas como “si una muñeca podía tener alma”, lo que me dijo me impresionó. De hecho, gran parte de los diálogos de Joe Odagiri están basados en lo que me dijo este hombre, incluso la frase “¿Todo lo que has visto en el mundo es triste?”.
Aparte de eso, en las escenas más filosóficas, Joe Odagiri es el único actor joven en Japón que me parece tener la suficiente presencia para ser creíble y convincente.

A diferencia de ‘Tamaño natural’, de Luis García Berlanga y de, por ejemplo, la más reciente, ‘Lars y una chica de verdad’, de Craig Gillespie; esta película no explora la mente del hombre que, pervertido o no —dejemos ese debate para las películas que sí lo analizan—, goza de creer real a una muñeca hinchable o incluso la prefiere a una mujer de carne y hueso. En ‘Air Doll’ existe un momento en el que el dueño de Nozomi expresa sus inclinaciones, pero el film la tiene a ella como protagonista para explorar lo que siente y este punto de vista es lo que hace que sea diferente a los que anteriormente habían tratado el tema. Gracias a eso, ‘Kûki ningyô’, que está basado en el manga ‘La figura neumática de una chica’ de Yoshiie Gorda, no es una película más sobre este fetichismo, sino algo nuevo.
42 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hirokazu Koreeda es un director que desde
hace tiempo ostenta un gran honor, ser considerado por muchos como el
sucesor natural de uno de los mejores cineastas nipones de todos los
tiempos: Yasujiro Ozu. Palabras mayores. Con películas tan destacables
como ‘Nadie sabe’ o ‘Still Walking’, se acercó con mucha desenvoltura al
siempre complicado y complejo hervidero de emociones y relaciones
humanas que es la familia. El trato que recibía tan rica temática era
inmejorable: pausado pero constante, y siempre haciendo gala de una
naturalidad sólo al alcance de los grandes maestros. Pero el ser
comparado con Ozu aparte de ser uno de los mejores cumplidos
imaginables, supone también una fuerte carga.
Quizás para sacarse durante un tiempo este peso -o responsabilidad- de encima, o quizás simplemente para probar suerte en otros campos, Koreeda ha decidido pasarse al fantástico para su nuevo trabajo. Y para hallar un antecedente cercano, más que acudir a ‘Lars y una chica de verdad’ de Craig Gillespine (cuyo planteamiento lo emparienta con el filme que no atañe), hay que retroceder un año más, cuando Michel Gondry, Leos Carax y Bong Joon-ho realizaron una obra conjunta titulada ‘Tokyo!’ en la que cada uno ofrecía su particular visión de la capital del país del sol naciente, siempre con un marcado toque surrealista. La historia de Gondry (la más rescatable del conjunto) nos mostraba la paulatina metamorfosis kafkiana de una joven en una silla de madera, viéndose así cumplidos de forma algo cruel sus deseos de sentirse útil y de encontrar su sitio en un mundo caótico. El mismo trayecto pero a la inversa se nos plantea en ‘Air Doll’.
La principal diferencia entre ambas historias es que en Gondry encontrábamos una clara voluntad de divertimento ligero (bastante impuesto por el formato del proyecto), mientras que en Koreeda hay mucha pretensión... demasiada. Lo que comienza como una rareza bastante atractiva que podría interpretarse en clave de revisión algo subidita de tono del inmortal relato de Carlo Collodi (aunque el cineasta se ha inspirado en una breve historia de Yoshiie Goda), va complicándose cada vez más por la voluntad del autor de tratar tantos temas, y tan trascendentes todos ellos. La búsqueda del amor en un tiempo en el que la falsedad se ha convertido en un elemento imprescindible para comprender las relaciones de pareja; la incomunicación y la soledad como mayores males actuales; la disección del alma...
Quizás para sacarse durante un tiempo este peso -o responsabilidad- de encima, o quizás simplemente para probar suerte en otros campos, Koreeda ha decidido pasarse al fantástico para su nuevo trabajo. Y para hallar un antecedente cercano, más que acudir a ‘Lars y una chica de verdad’ de Craig Gillespine (cuyo planteamiento lo emparienta con el filme que no atañe), hay que retroceder un año más, cuando Michel Gondry, Leos Carax y Bong Joon-ho realizaron una obra conjunta titulada ‘Tokyo!’ en la que cada uno ofrecía su particular visión de la capital del país del sol naciente, siempre con un marcado toque surrealista. La historia de Gondry (la más rescatable del conjunto) nos mostraba la paulatina metamorfosis kafkiana de una joven en una silla de madera, viéndose así cumplidos de forma algo cruel sus deseos de sentirse útil y de encontrar su sitio en un mundo caótico. El mismo trayecto pero a la inversa se nos plantea en ‘Air Doll’.
La principal diferencia entre ambas historias es que en Gondry encontrábamos una clara voluntad de divertimento ligero (bastante impuesto por el formato del proyecto), mientras que en Koreeda hay mucha pretensión... demasiada. Lo que comienza como una rareza bastante atractiva que podría interpretarse en clave de revisión algo subidita de tono del inmortal relato de Carlo Collodi (aunque el cineasta se ha inspirado en una breve historia de Yoshiie Goda), va complicándose cada vez más por la voluntad del autor de tratar tantos temas, y tan trascendentes todos ellos. La búsqueda del amor en un tiempo en el que la falsedad se ha convertido en un elemento imprescindible para comprender las relaciones de pareja; la incomunicación y la soledad como mayores males actuales; la disección del alma...
Todo parece tener cabida en
esta muñeca hinchable, o por lo menos esto le parece a su director, de
quien podría decirse que en esta ocasión se ha pasado un poco dándole a
la mancha. Cada escena abre un nuevo mundo y por ende supone un nuevo
reto para un espectador que, ya sea por agotamiento, ya sea por no ver
claro hacia dónde se dirige la trama, conforme avanzan las agujas del
reloj, menos dispuesto está a aguantarle las gracietas al ser de
plástico y compañía. ¿La historia de un romance imposible? ¿El retrato
pesimista de la sociedad? ¿Un ensayo sobre la condición humana? Un poco
de todo... y nada totalmente concluyente.
Quien no acabe de sentirse del todo cómodo en este cuento de hadas moderno, siempre puede encontrar refugio en sus indiscutibles virtudes, que no son pocas. Ahí está la excelente caracterización de Doona Bae como el juguete sexual que cobra vida, las imágenes con gran poder sensorial -marca de la casa-, la a ratos exquisita poesía melancólica del autor o diversos momentos con destacable carga emocional. Sobran los argumentos para aprobar al producto, pero escasean a la hora de corresponder las altísimas expectativas que con toda justicia crea a estas alturas Hirokazu Koreeda.
Quien no acabe de sentirse del todo cómodo en este cuento de hadas moderno, siempre puede encontrar refugio en sus indiscutibles virtudes, que no son pocas. Ahí está la excelente caracterización de Doona Bae como el juguete sexual que cobra vida, las imágenes con gran poder sensorial -marca de la casa-, la a ratos exquisita poesía melancólica del autor o diversos momentos con destacable carga emocional. Sobran los argumentos para aprobar al producto, pero escasean a la hora de corresponder las altísimas expectativas que con toda justicia crea a estas alturas Hirokazu Koreeda.
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