Una mujer que fue legisladora del oficialismo entre 1989 y 1999, 
asegura a los gritos que “ella no formó parte de ese pasado endeudador”.
 La aplauden.
Una mujer que pide que cuiden los logros del Gobierno, le 
sugiere a la militancia que cuiden el impuesto a las ganancias, porque 
“quizás les sacan el impuesto, pero tampoco llegarían a pagarlo”. La 
aplauden.
Una mujer que nos presentaron como la mejor oradora del 
consejo de analfabestias al que llamamos Congreso, afirma “no me siento 
rana y además sé nadar”. Nadie entiende, pero la aplauden, por las 
dudas.
 
Está claro que la retirada es como la del tipo resentido al que no le
 quieren renovar el alquiler del departamento: se lleva hasta las 
cañerías y baldea el parquet para que el que venga se quiera matar.
A los cientos de miles de trabajadores incorporados porque sí, se le 
sumaron más de 13 mil nuevos ganadores de la vida, sin explicación, sin 
otra necesidad que querer agradecer los servicios prestados pagándoles 
con el bolsillo ajeno. Por si fuera poco, la que dice que no quiere 
arreglar con los buitres “para no complicar al que venga”, ordena la 
construcción de un edificio inexplicable que costará miles de millones 
de pesos a otra gestión, y habilita un plan de entrega de títulos a los 
que viven en terrenos fiscales ocupados “porque tienen el derecho 
constitucional a la vivienda”. Algún día le tocará a la clase media, 
pero está claro que no será en esta vida.
Algo se veía venir cuando anunciaron una Cadena Nacional y sólo se 
redujo a una transmisión por Canal 7 antes de 678. A quienes tuvimos el 
extraño placer de tener que laburar sobre lo que ella hablaba, se nos 
complicó fiero: no cerró una idea, no terminó una oración lejanamente 
coherente, ni que mantuviera alguna relación con la oración anterior, 
tiró alegorías que ningún psicólogo se atrevería a analizar, gritó que 
no estaba enojada, denunció que la querían matar, y, fundamentalmente, 
habló primero de ella, después de ella, luego de ella y, por último, de 
ella.
Presentó
 como novedad la Secretaría que antes era de Luis D’Elía. Como D’Elía es
 pianta todo, puso a Pascolini, que es un pichón del Luisito de 
Laferrere. La buena: D’Elía y su gente la tienen clara a la hora de 
administrar títulos de propiedad ajenos. Para justificar el 
nombramiento, afirmó que Pascolini es medalla de oro en arquitectura y, 
para cagarla, tiró que no justifica nada, ya que De La Rúa también era 
medalla de oro.
Para bardear “a los mala onda”, nos contó que la recaudación de 
septiembre es un 37,5% mayor a la del año pasado. Para no bardear tanto,
 prefirió no sacar la cuenta de que está a tres puntos del 40% de 
inflación interanual que habían pronosticado los mala onda el año 
pasado. Y recién arrancamos octubre.
La gran negociadora de América quiso poner paños fríos sobre la 
cuestión de los fondos buitre, pero no había agua en la Rosada. Así fue 
como la autora de conceptos memorables como “hache dos cero”, 
“juricidad” y “validamiento”, que tiene en su haber una colección 
inmejorable de brutalidades conceptuales que van desde la soja es un 
yuyo, hasta quejarse de un impuesto porteño viviendo en provincia, trató
 de senil a un juez norteamericano por habilitar a pagar “por segunda 
única vez”.
Luego tiró las cartas, leyó la borra del café y sacudió unas runas 
para afirmar que, como sanción económica, probablemente la metan presa 
cuando vaya de nuevo a Nueva York, a donde piensa ir de todos modos.
Envalentonada,
 la que no sale sin custodia desde febrero de 1977 afirmó que la 
advertencia de la embajada norteamericana sobre la inseguridad argentina
 es, también, un ataque desestabilizador. Porque está claro que en este 
país no nos roban, sino que nos quitan las propiedades para cuidarlas 
mejor. Y si alguno se llevó la vida puesta de la eventual víctima, se 
debe, sencillamente, a la necesidad de reducir la brecha entre clase 
media y marginales.
La genia de la vida fue por la calma del sistema cambiario al afirmar
 que el único dólar válido es el del Banco Central y que todo lo demás 
es ilegal. Podría arrancar adoctrinando a YPF, que tiene el litro de 
nafta atado al dólar blue, al igual que en 1999, en tiempos de Repsol y 
uno a uno.
Cristina demostró cuáles son sus termómetros sociales en un contexto 
en el que usa un helicóptero para ir de Olivos al centro, al citar como 
fuente una red social. Como quien no quiere la cosa, tiró que ella tenía
 razón con el encanutamiento de autos porque lo leyó en Twitter. Sin 
mencionarlo, se refería a la cuenta de Carlos Burgueño, de Ámbito 
Financiero. Lástima que no siguió leyendo, porque Burgueño también dijo 
que lo que está encanutado son los créditos del Banco Nación, que se 
quedó sin guita para girar a las terminales.
La viuda del tipo que compró dos palos verdes horas antes de devaluar
 la moneda, sostuvo que la suba de divisas del mercado paralelo se debe a
 los intereses de los fantasmas que quieren licuar los acuerdos 
salariales de las paritarias, esos que se hicieron en cuotas y por 
debajo del índice de inflación real. Tremenda burrada pretende generar 
culpa en el boludo que quiere salvar una moneda de la voracidad 
inflacionaria, cuando todo se reduce a una sencilla ecuación: inflación,
 devaluación, recesión, ausencia de inversiones.
Cristina explicó cómo hacen las cuevas para hacer negocios con la 
timba financiera. Fue una clase magistral digna de La Rosadita, sede 
Puerto Madero. Se enojó fiero, pero teniendo en cuenta que el único que 
cayó en cana es Fariña, podría decirse que debería estar contenta de que
 la cosa haya terminado ahí.
Obviamente, pretender que no suba el dólar con el endurecimiento de 
los controles a la venta paralela y la denuncia penal contra los 
comerciantes de divisas, es algo parecido a eliminar la pobreza por 
decreto, pero sabemos que eso también lo manejan lindo. Para rematarla, 
la autora de “¿Quién se puede creer que el dólar llegará a 10 pesos?” 
preguntó, diez meses después, “¿Quién se puede creer que el dólar 
llegará a 20 pesos?” y selló, de este modo, otro nuevo exitazo de El 
Modelo.
Finalmente, antes de pasar a saludar al coro de monaguillos 
contratados que deseaba mostrarle las nuevas canciones que nos llevarán a
 la gloria intergaláctica, el mejor cuadro político desde la salida de 
los homínidos a través del Cuerno de África sostuvo que al Gobierno lo 
quieren voltear y que ella se encuentra amenazada de muerte por ISIS, 
Estados Unidos, el MI5 y los servicios de inteligencia del lado oscuro 
de la fuerza del Imperio.
El delirio que dispara la necesidad de ser el centro del mundo le 
estalló en la cara en las Naciones Unidas, cuando frente a los 
militantes de La Cámpora que llevó para hacer bulto en la platea y los 
tres mozos que pasaban sirviendo café, tiró sus ideas sobre los motivos 
que llevaron a que Oriente Medio sea un quilombo. Hasta el traductor se 
le cagó de risa. Luego, la mina que cree que la gente se queja por culpa
 de los medios, dio una conferencia de prensa en la que contó su versión
 del conflicto islámico.
Ese es el mayor problema de Cristina: cuando sale del país y pretende
 que le den la misma bola que acá le dan los que cobran por ello. Le 
pasó en Harvard, cuando la mejor estadista de todos los tiempos no pudo 
con un grupo de estudiantes que jugaban con plastilina cuando el 
kirchnerismo llegó al poder, era obvio que le iba a pasar cada vez que 
fuera a llevar sus teorías elaboradas los sábados a la tarde tirada en 
la cama recién logueada a Twitter.
Acá se la pasa dando clases de historia que reescribe a su 
conveniencia cada vez que puede. Allá, llevó su versión cronológica del 
conflicto árabe a una asamblea que buscaba soluciones. Y es que la Presi
 gobierna así: le contás que te estás divorciando y te explica que todo 
se inició en la primera cita, en la que no estuvo, y te cuenta todos los
 detalles maritales de los que no participó, para luego decirte que te 
jodas. Y vos sólo querías un abogado.
Después de afirmar que ISIS la quería matar por ser amiga del Papa al
 que forreó durante diez años, sostiene que, si pasa algo, hay que mirar
 al norte, no sabemos si es para pedirle un regalo a Papá Noel, para 
culpar a Estados Unidos, o sencillamente, porque quiere ser sepultada en
 la Recoleta.
La
 idea del magnicidio internacional por parte de Estados Unidos es tan 
pedorra que sólo la puede decir alguien despechada por el ninguneo 
internacional. Y es aún más ridícula por suponer que algún habitante con
 dos dedos de frente pueda creer que resulta una amenaza una mina en 
retirada, sin Fuerzas Armadas, sin influencia en los países de la región
 y sin una ideología clara: el oficialismo es anticlerical, chupacirios,
 progre, represor, transversal, verticalista, zurdo, consumista, anti 
imperialista, entreguista de recursos no renovables, defensor de los 
pueblos originarios, tiroteador de pueblos originarios, demócrata pro 
derechos humanos y amigo de cualquier dictadura que traiga la promesa de
 medio dólar.
 Es la dualidad de querer ser y no, la necesidad patológica de 
despreciar al que se quisiera tener de amigo. Así anda por la vida, 
recién bajada de un helicóptero, enfundada en trajecitos de varios miles
 de euros, con joyas que ningún contador podría justificar, festejando 
que le construyeron el baño a un aborigen salteño.
Nos exige 
agradecimiento por llegar con vida a fin de mes a pesar del Estado, y no
 gracias a él, y nos señala con el dedo de la mano que porta su Rolex 
President para putearnos por querer comprar un dólar, luego de defender 
la estadía de seis meses de su hija en Nueva York, donde dudamos que 
haya pagado con cedines.
 
Es la dualidad de querer ser y no, la necesidad patológica de 
despreciar al que se quisiera tener de amigo. Así anda por la vida, 
recién bajada de un helicóptero, enfundada en trajecitos de varios miles
 de euros, con joyas que ningún contador podría justificar, festejando 
que le construyeron el baño a un aborigen salteño.
Nos exige 
agradecimiento por llegar con vida a fin de mes a pesar del Estado, y no
 gracias a él, y nos señala con el dedo de la mano que porta su Rolex 
President para putearnos por querer comprar un dólar, luego de defender 
la estadía de seis meses de su hija en Nueva York, donde dudamos que 
haya pagado con cedines.
Es fustigar a los millonarios, usureros y especuladores desde los 
millones que brindaron la usura y la especulación. Es celebrar a los 
humildes y putear a los egoístas asalariados desde la comodidad de una 
vida forrada con más guita de la que podrán gastar sus bisnietos.
Es, sencillamente, la desesperación por quedar en la historia y que 
sea por algo más que por haber sido la primera mujer en ser reelecta en 
la presidencia. Y, al mismo tiempo que ese algo más no sea la conclusión
 de que los índices sociales están en el mismo lugar que doce años 
antes.
El resto, es abrir el paraguas.
 
 
Mercoledí. Quedar en la historia a cualquier precio es como querer la fama: no hace falta hacer bien las cosas para que suceda. 
 Publicado por
  Lucca  
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