viernes, 3 de octubre de 2014

Relato del Presente: Se busca enemigo de fin de ciclo

Una mujer que fue legisladora del oficialismo entre 1989 y 1999, asegura a los gritos que “ella no formó parte de ese pasado endeudador”. La aplauden.

Una mujer que pide que cuiden los logros del Gobierno, le sugiere a la militancia que cuiden el impuesto a las ganancias, porque “quizás les sacan el impuesto, pero tampoco llegarían a pagarlo”. La aplauden.

Una mujer que nos presentaron como la mejor oradora del consejo de analfabestias al que llamamos Congreso, afirma “no me siento rana y además sé nadar”. Nadie entiende, pero la aplauden, por las dudas.



Está claro que la retirada es como la del tipo resentido al que no le quieren renovar el alquiler del departamento: se lleva hasta las cañerías y baldea el parquet para que el que venga se quiera matar.

A los cientos de miles de trabajadores incorporados porque sí, se le sumaron más de 13 mil nuevos ganadores de la vida, sin explicación, sin otra necesidad que querer agradecer los servicios prestados pagándoles con el bolsillo ajeno. Por si fuera poco, la que dice que no quiere arreglar con los buitres “para no complicar al que venga”, ordena la construcción de un edificio inexplicable que costará miles de millones de pesos a otra gestión, y habilita un plan de entrega de títulos a los que viven en terrenos fiscales ocupados “porque tienen el derecho constitucional a la vivienda”. Algún día le tocará a la clase media, pero está claro que no será en esta vida.

Algo se veía venir cuando anunciaron una Cadena Nacional y sólo se redujo a una transmisión por Canal 7 antes de 678. A quienes tuvimos el extraño placer de tener que laburar sobre lo que ella hablaba, se nos complicó fiero: no cerró una idea, no terminó una oración lejanamente coherente, ni que mantuviera alguna relación con la oración anterior, tiró alegorías que ningún psicólogo se atrevería a analizar, gritó que no estaba enojada, denunció que la querían matar, y, fundamentalmente, habló primero de ella, después de ella, luego de ella y, por último, de ella.

Presentó como novedad la Secretaría que antes era de Luis D’Elía. Como D’Elía es pianta todo, puso a Pascolini, que es un pichón del Luisito de Laferrere. La buena: D’Elía y su gente la tienen clara a la hora de administrar títulos de propiedad ajenos. Para justificar el nombramiento, afirmó que Pascolini es medalla de oro en arquitectura y, para cagarla, tiró que no justifica nada, ya que De La Rúa también era medalla de oro.

Para bardear “a los mala onda”, nos contó que la recaudación de septiembre es un 37,5% mayor a la del año pasado. Para no bardear tanto, prefirió no sacar la cuenta de que está a tres puntos del 40% de inflación interanual que habían pronosticado los mala onda el año pasado. Y recién arrancamos octubre.

La gran negociadora de América quiso poner paños fríos sobre la cuestión de los fondos buitre, pero no había agua en la Rosada. Así fue como la autora de conceptos memorables como “hache dos cero”, “juricidad” y “validamiento”, que tiene en su haber una colección inmejorable de brutalidades conceptuales que van desde la soja es un yuyo, hasta quejarse de un impuesto porteño viviendo en provincia, trató de senil a un juez norteamericano por habilitar a pagar “por segunda única vez”.

Luego tiró las cartas, leyó la borra del café y sacudió unas runas para afirmar que, como sanción económica, probablemente la metan presa cuando vaya de nuevo a Nueva York, a donde piensa ir de todos modos.



Envalentonada, la que no sale sin custodia desde febrero de 1977 afirmó que la advertencia de la embajada norteamericana sobre la inseguridad argentina es, también, un ataque desestabilizador. Porque está claro que en este país no nos roban, sino que nos quitan las propiedades para cuidarlas mejor. Y si alguno se llevó la vida puesta de la eventual víctima, se debe, sencillamente, a la necesidad de reducir la brecha entre clase media y marginales.

La genia de la vida fue por la calma del sistema cambiario al afirmar que el único dólar válido es el del Banco Central y que todo lo demás es ilegal. Podría arrancar adoctrinando a YPF, que tiene el litro de nafta atado al dólar blue, al igual que en 1999, en tiempos de Repsol y uno a uno.

Cristina demostró cuáles son sus termómetros sociales en un contexto en el que usa un helicóptero para ir de Olivos al centro, al citar como fuente una red social. Como quien no quiere la cosa, tiró que ella tenía razón con el encanutamiento de autos porque lo leyó en Twitter. Sin mencionarlo, se refería a la cuenta de Carlos Burgueño, de Ámbito Financiero. Lástima que no siguió leyendo, porque Burgueño también dijo que lo que está encanutado son los créditos del Banco Nación, que se quedó sin guita para girar a las terminales.

La viuda del tipo que compró dos palos verdes horas antes de devaluar la moneda, sostuvo que la suba de divisas del mercado paralelo se debe a los intereses de los fantasmas que quieren licuar los acuerdos salariales de las paritarias, esos que se hicieron en cuotas y por debajo del índice de inflación real. Tremenda burrada pretende generar culpa en el boludo que quiere salvar una moneda de la voracidad inflacionaria, cuando todo se reduce a una sencilla ecuación: inflación, devaluación, recesión, ausencia de inversiones.

Cristina explicó cómo hacen las cuevas para hacer negocios con la timba financiera. Fue una clase magistral digna de La Rosadita, sede Puerto Madero. Se enojó fiero, pero teniendo en cuenta que el único que cayó en cana es Fariña, podría decirse que debería estar contenta de que la cosa haya terminado ahí.

Obviamente, pretender que no suba el dólar con el endurecimiento de los controles a la venta paralela y la denuncia penal contra los comerciantes de divisas, es algo parecido a eliminar la pobreza por decreto, pero sabemos que eso también lo manejan lindo. Para rematarla, la autora de “¿Quién se puede creer que el dólar llegará a 10 pesos?” preguntó, diez meses después, “¿Quién se puede creer que el dólar llegará a 20 pesos?” y selló, de este modo, otro nuevo exitazo de El Modelo.

Finalmente, antes de pasar a saludar al coro de monaguillos contratados que deseaba mostrarle las nuevas canciones que nos llevarán a la gloria intergaláctica, el mejor cuadro político desde la salida de los homínidos a través del Cuerno de África sostuvo que al Gobierno lo quieren voltear y que ella se encuentra amenazada de muerte por ISIS, Estados Unidos, el MI5 y los servicios de inteligencia del lado oscuro de la fuerza del Imperio.



El delirio que dispara la necesidad de ser el centro del mundo le estalló en la cara en las Naciones Unidas, cuando frente a los militantes de La Cámpora que llevó para hacer bulto en la platea y los tres mozos que pasaban sirviendo café, tiró sus ideas sobre los motivos que llevaron a que Oriente Medio sea un quilombo. Hasta el traductor se le cagó de risa. Luego, la mina que cree que la gente se queja por culpa de los medios, dio una conferencia de prensa en la que contó su versión del conflicto islámico.

Ese es el mayor problema de Cristina: cuando sale del país y pretende que le den la misma bola que acá le dan los que cobran por ello. Le pasó en Harvard, cuando la mejor estadista de todos los tiempos no pudo con un grupo de estudiantes que jugaban con plastilina cuando el kirchnerismo llegó al poder, era obvio que le iba a pasar cada vez que fuera a llevar sus teorías elaboradas los sábados a la tarde tirada en la cama recién logueada a Twitter.

Acá se la pasa dando clases de historia que reescribe a su conveniencia cada vez que puede. Allá, llevó su versión cronológica del conflicto árabe a una asamblea que buscaba soluciones. Y es que la Presi gobierna así: le contás que te estás divorciando y te explica que todo se inició en la primera cita, en la que no estuvo, y te cuenta todos los detalles maritales de los que no participó, para luego decirte que te jodas. Y vos sólo querías un abogado.

Después de afirmar que ISIS la quería matar por ser amiga del Papa al que forreó durante diez años, sostiene que, si pasa algo, hay que mirar al norte, no sabemos si es para pedirle un regalo a Papá Noel, para culpar a Estados Unidos, o sencillamente, porque quiere ser sepultada en la Recoleta.

La idea del magnicidio internacional por parte de Estados Unidos es tan pedorra que sólo la puede decir alguien despechada por el ninguneo internacional. Y es aún más ridícula por suponer que algún habitante con dos dedos de frente pueda creer que resulta una amenaza una mina en retirada, sin Fuerzas Armadas, sin influencia en los países de la región y sin una ideología clara: el oficialismo es anticlerical, chupacirios, progre, represor, transversal, verticalista, zurdo, consumista, anti imperialista, entreguista de recursos no renovables, defensor de los pueblos originarios, tiroteador de pueblos originarios, demócrata pro derechos humanos y amigo de cualquier dictadura que traiga la promesa de medio dólar.

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Es la dualidad de querer ser y no, la necesidad patológica de despreciar al que se quisiera tener de amigo. Así anda por la vida, recién bajada de un helicóptero, enfundada en trajecitos de varios miles de euros, con joyas que ningún contador podría justificar, festejando que le construyeron el baño a un aborigen salteño.

Nos exige agradecimiento por llegar con vida a fin de mes a pesar del Estado, y no gracias a él, y nos señala con el dedo de la mano que porta su Rolex President para putearnos por querer comprar un dólar, luego de defender la estadía de seis meses de su hija en Nueva York, donde dudamos que haya pagado con cedines.



Es fustigar a los millonarios, usureros y especuladores desde los millones que brindaron la usura y la especulación. Es celebrar a los humildes y putear a los egoístas asalariados desde la comodidad de una vida forrada con más guita de la que podrán gastar sus bisnietos.

Es, sencillamente, la desesperación por quedar en la historia y que sea por algo más que por haber sido la primera mujer en ser reelecta en la presidencia. Y, al mismo tiempo que ese algo más no sea la conclusión de que los índices sociales están en el mismo lugar que doce años antes.

El resto, es abrir el paraguas.

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Mercoledí. Quedar en la historia a cualquier precio es como querer la fama: no hace falta hacer bien las cosas para que suceda.


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Google Imágenes: Obama y Kirchner
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