Para considerarse arte, la imagen no
debe centrarse en genitales representados de forma realista/naturalista,
pues aparte de la imposibilidad de realizar un juego compositivo que
ejerza belleza alguna es una representación que evoca directamente
situaciones obscenas.
Desde tiempos inmemoriales, la palabra “arte” ha sido la mejor aliada de los amantes de la putería y malamaña, en especial de aquellos que aspiran a conservar un estatus respetable en la sociedad sin privarse de, bueno, el gozo de ver a otras personas desnudas y/o cogiendo.
“Oh, me conmueve la pureza del estado de vida idílico que captura Gauguin en su pintura. No es porque me encante verle las tetas a las nativas”, habrá dicho en más de una ocasión uno de esos generosos señores que terminan enviando a sus jóvenes empleadas domésticas a pasar en su pueblo nueve meses de vacaciones con todos los gastos pagados. Podemos dar un sinnúmero de ejemplos de este tipo, en los que el arte permite a sus conocedores escapar de todo género de situaciones mortificantes, sin importar la poca verosimilitud de sus explicaciones.
“¡Puñetero incorregible! ¡Ya vi que tienes fotos de viejas en pelotas en todas las poses concebible!“ “¿Te refieres a las imágenes de Julian Mandel? Si estuvieras familiarizada con su obra, te darías cuenta de que es uno de los artistas más subestimados de principios del siglo XX. ¿No estás de acuerdo en que el cuerpo de la mujer es la obra de arte más perfecta que existe?”
“¡Ya te caché, eres puto! ¡Estás viendo una película donde dos hombres hacen pesas desnudos uno sobre otro, y un viejito le reza a una verga como si fuera la Virgen de Guadalupe!” “Para nada, ignorante. Es un cortometraje lírico del cineasta experimental americano James Broughton, que además (eres demasiado palurdo para saberlo) es un poeta laureado.”
“Muestra un poco de respeto; en El origen del mundo, Courbet habla de la belleza, el misterio y el poder sublime que posee la mujer como dadora de vida. No es una panocha setentera a punto de ser taladrada por John Holmes”.
Estos ejemplos pueden parecer absurdos, pero creo que el último en particular (la peluda estrella de El origen del mundo de Courbet bien podría pasar por una panocha setentera a la espera del penesaurio de Holmes) nos obliga a preguntarnos si lo único que determina la diferencia entre una obra artística y una pornográfica es el contexto en el cual se les presenta. A medio día en un museo, es arte. A media noche en el Golden Choice, es porno.
Si la revista en la que la publican se llama Artforum, Art in America, Modern Painters o algo por el estilo, es arte. Si la revista en la que la publican viene en una bolsa cerrada y con una calcomanía que dice “Para su venta a mayores de 18 años”, es porno. Si el libro en el que la publican lo edita Hatje Cantz, es arte. Si lo edita Bruno Gmünder, lo más probable es que sea porno. Si lo edita Taschen, no hay forma de saberlo.
Tomó medio siglo, pero los artistas lograron desdibujar la línea que separaba al arte de la pornografía a tal punto que es necesario recurrir a pequeñas y estúpidas reglas como la anterior (las cuales se aplican sin importar las características de la obra de arte/porno que se pondera) para tratar de identificarlos.
En Crímenes y pecados, Woody Allen (en voz de Alan Alda) plantea que la comedia es el resultado de la suma de tragedia más tiempo. En el medio artístico se ha observado una ecuación similar, en la que pornografía más tiempo se convierten en arte. Tal vez el mejor ejemplo de esta tendencia lo encontremos en Richard Prince, quien en más de una ocasión ha tomado como base de su obra materiales pornográficos, apropiándose de ellos y dotándolos de un nuevo contexto, haciéndolos renacer como piezas de arte.
Además del contexto, es importante considerar el nombre del creador de la obra en cuestión. Si un hombre caga en la boca de otro hombre ante la cámara de Christopher Rage, son dos maricas coprófagos filmando una porno. Si los mismos hombres realizan el mismo acto ante la cámara de Kurt Kren, seguramente se trata de un performance accionista que se está inmortalizando en un film avant garde.
Andy Warhol, Robert Mapplethorpe, Richard Kern y Bruce LaBruce… en mayor o menor medida, todos los artistas dedicados a explorar las posibilidades de la expresión sexual humana (y a obliterar la apabullante cantidad de restricciones que el transcurso de la historia acumuló para la misma) pavimentaron el camino hacia un mundo en el que Terry Richardson es una celebrada figura del mainstream y no un degenerado al que hay que encerrar en la celda más oscura de Charenton.
Ahora estamos en un momento en el que la pornografía nos inunda, la encontramos por todas partes y en su variante más obscena (a solo un click), y eso significa que su poder de perturbación se ha diluido considerablemente. Cuando quieras y donde quieras tienes vídeos, fotos y palabras que representan la sexualidad en su manera más cruda y explícita.
Pero hubo una época en la que la pornografía era clandestina, minoritaria y recóndita, lo que ha generado un mercado, tanto en lo obsceno como en lo artístico, para la representación X de épocas pasadas. Las primeras películas porno primitivas, mudas y en blanco y negro, así como las fotografías tomadas en el siglo XX y las primeras décadas del XX han recuperado un papel estrictamente estético que al principio no se les concedía per se. Y cuando el porno antiguo se ve con otros ojos más que los de la lujuria, es cuando aparece la mirada creativa.
Es ese tipo de mirada la que cultiva Stéphane Blanquet (1973), un ilustrador francés que ha publicado un libro en el que transforma el porno en pop art -según la acepción dada para catalogar las obras de Roy Lichtenstein o Richard Hamilton- bajo el título de Rendez Vous Moi en Toi.
Su método es sencillo, y a la vez muy bien resuelto: recopilar fotografía porno vintage, tanto de revistas como de colecciones particulares que han pasado al dominio público, y de esas primeras imágenes de sexo oral, eyaculaciones, penetraciones, sado y exhibicionismo crear una versión ‘pop’ cercana al lenguaje del cómic underground de Robert Crumb. De hecho, tan artística es su visión que la obra puede observarse también, hasta el próximo mes, en el Museo del Erotismo de París.
En el caso del artista japonés Namio Harukawa (Osaka, 1947) y su oda insaciable al culo femenino, sus mujeres de monumentales traseros someten sin piedad al supuesto sexo fuerte mientras no le dan la mayor importancia. Ellas fuman, descansan, tocan la guitarra, o simplemente disfrutan del placer carnal mientras él, sumiso y diminuto, se deja.
http://culturacolectiva.com/namio-harukawa/
https://culturevulturesonline.wordpress.com/2014/01/10/is-art-just-porn-for-posh-people/
http://eleleenlah.blogspot.com.ar/2013/10/the-big-book-of-pussy-le-sexe-qui-parle.html
http://inspiredexpense.blogspot.com.ar/2011/01/terry-richardson.html
http://leblogdeshige.com/2014/02/stephane-blanquet-publie-rendez-vous-moi-en-toi-chez-united-dead-artists/
http://lesretrogaleriesdemistergutsy.blogspot.com.ar/2013/12/namio-harukawa-facesitting-et-maxi-cula.html
http://lesretrogaleriesdemistergutsy.blogspot.com.ar/2013/06/sexploitation-fragments-dune-imagerie.html
http://lesretrogaleriesdemistergutsy.blogspot.com.ar/search/label/XXX
http://next.liberation.fr/sexe/2013/11/22/stephane-blanquet-pornostalgique_961076
http://thenekkidblogger.blogspot.com.ar/2012/04/frank-frazetta-dominationsubmission.html
http://venusobservations.blogspot.com.ar/2010/10/centrefold-venus-of-month-dawn-shaw.html
http://www.culturainquieta.com/es/erotica/item/2423-namio-harukawa.html
http://www.playgroundmag.net/noticias/historias/vieja-fotografia-porno-transforma-arte_0_1298870117.html
http://www.sdpnoticias.com/estilo-de-vida/2013/06/11/arte-o-porno-la-discusion-del-tumblr
http://www.vice.com/es_mx/read/arte-o-porno
http://www.vice.com/es_mx/series/tranquear-el-zorro
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